Lo que voy a contar es algo puramente personal. A lo largo de mi experiencia como lector, que empezó a los 4 años y sigue al día de hoy, me encontré con diferentes niveles de dificultad en los cuentos, libros, manuales y apuntes. Cada vez era mayor la experiencia y cada vez era mayor la dificultad.
Al principio, relajaba mi mente, mi mirada sobre el texto yendo a tomar la leche (debo reconocer que todavia lo hago), pero no siempre estoy en casa para preperarme chocolatada y descansar.
La reducción del tiempo libre hizo que me encontrase con nuevas tecnicas de reflexión, la mayoría de estas se cruzaron en mi camino producto de la casualidad; y por la frecuencia en que aparecieron llegaron a adquirir la categoria de "técnica".
Voy al punto, por que voy a terminar aburriendo al que lea esto. Si es que ya no se aburrió.
Un dia estaba en el tren, yendo de Retiro a Hurlingham (cuestiones afectivas, ya lo imaginarán) y pensaba en cuán dificil me resultaba determinado texto y cómo podia hallar la manera de se me aclare la mente. Me detenía, volvía sobre una oración, otra. Tratando de interpretar cada frase. "¿Qué dice acá?". Lo dejaba.
Rendido, me detuve en una señora que estaba sentada frente a mi. Algo me llamo la atencion en ella. No podia dejar de mirarla. Su inexpresión. Su cuerpo estaba ahi, su mente no. Me daba cierta verguenza mirarla tanto, ya que podría enojarse (tiendo a ser demasiado obvio en estos casos), el tren llego a El Palomar, a solo una estacion para llegar.
Lo comprendí. Se despertó algo en mi. Comprendí el texto. Eso que estaba oculto salio a la luz.
El tren se detuvo. Antes de bajar, por primera vez mire a la señora con intencion de que se diera cuenta y esbocé un timido: "Gracias". Me miró raro. No respondió.
A veces las cosas comunes, lejanas a nuestra actividad y que nos desconectan de lo que estamos haciendo nos pueden ayudar a clarificar las mentes, las miradas. A veces ocurre sin esperarlo, y nos sorprende, gratamente.
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